Monday, June 12, 2006

MORIR

Hace rato que extrañaba la sensación de morir. Así que decidí poseer a un tipo. Busqué en el directorio de posibles suicidas que Hoffa me trajo apenas se lo pedí y aparecía un hombre en Finlandia haciendo un asado en su casa. Solo.

Me pregunté cuántas cosas había en la cabeza de un hombre que decide hacer un asado en su casa estando solo. Sin darle muchas vueltas decidí poseerlo.

Entré en su cuerpo sin problemas. Estaba vulnerable. Lo pensé. Este tipo está vulnerable. Apenas la frase se dibujó en mi pensamiento un espasmo mental me sacudió (¿nunca les he contado en qué lugar me sitúo al momento de poseer personas?). La palabra vulnerable fue como un tsunami que recorrió su cabeza y hasta alcanzó a mojarme los pies.

El muy patético volteaba los pedazos de carne sobre la parrilla. A un costado suyo había una mesa. En ella: un cuchillo muy filoso, un tenedor, un plato, un pocillo de arroz, dos paquetes de cerveza (12 latas) y un revólver.

El tipo pensó en demasiadas personas, parecía haber vivido mucho a pesar de sus treinta años, o bien su cabeza estaba demasiado desordenada y la misma idea daba vueltas por su cabeza en repetidas ocasiones en un recorrido laberíntico sin salida.

Empezó a comer lentamente. Primero un par de salchichas, después la carne. Comió, masticó, miró a su alrededor hasta que un impulso repentino lo llevó hasta adentro de su casa. Se acercó al computador. Desde una lista de reproducción sonaba la versión de Round Midnight de Miles Davis + John Coltrane. Buscó en la lista seleccionada hasta que encontró el nombre de Marvin Gaye y junto a él el rótulo Mercy, mercy me.

Apenas empezó a sonar esa canción se acercó al revólver que estaba sobre la mesa. Lo tomó. Miró hacia adentro y el paisaje que había ahí era su casa sola, su computador sobre un escritorio de madera, un aparato telefónico, la luz de un ampolleta cayendo encima de una serie de libros que parecían abandonados hace tiempo. Mi vista se fijó por instantes en un bolígrafo reventado que descansaba como un hombre desangrado sobre una hoja de papel que estaba junto al aparato de teléfono. Una vez con el revólver en la mano se lo llevó a la sien. Su mente se aclaró de pronto. No pude oír ningún pensamiento, nada. Era como si todo se hubiese vaciado para dejar sólo la música, sólo un solo de saxo entrando a pulso tras un coro agudo que a ratos parecía parte de un repertorio de iglesia. De pronto un giro en la canción. El disparo.

El cuerpo cayó al suelo y pasaron unos segundos antes de que el ánima del hombre empezara a evaporarse hirviendo lentamente desde el cuerpo, lentamente hasta que la figura del tipo se dibujó sobre el resto de carne aún caliente.

La canción volvió a empezar. Sobre el cadáver el espíritu seguía en pié, yo había caído a un costado, pero no logró verme. Yo estaba listo para que apareciera LA PARCA y me lo entregara. Pero de pronto él me miró. Me miró y su mirada me traspasó. Pensé que LA PARCA había aparecido detrás de mí pero al voltearme vi y escuché al mismo Marvin Gaye, a su fantasma, cantando junto a un quinteto de músicos de piel negra y trajes blancos. Mercy, mercy me.

El recién suicidado caminó hacia ellos y en la imagen más ridícula de la que tengo recuerdo todos los músicos comenzaron a dejar ahí sus instrumentos. Y apareció LA PARCA, de la nada. De la nada se puso tras ellos y abrió una brecha en una de las paredes teñidas de noche, y por ahí salieron. Por la brecha que se había abierto recién. Por ahí salieron. Y me quedé escuchando la canción que empezaba a sonar de nuevo desde el computador, como si no tuviese final. Mercy, mercy me.

Me quedé sin nada que decir. Todavía estacionado sobre el cuerpo del hombre que había estado haciendo su asado en soledad, mirando hacia adentro de su casa, buscando un crucifijo o algo, algún signo que me explicara el por qué de ese perdón. Pero lo único que había era un bolígrafo. Un bolígrafo reventado y babeando gotas densas y negras sobre un trozo de papel.

Round Midnight comenzó a sonar otra vez desde el computador. La batería jugando con el bajo, el saxo soprano. El piano ensordecido. No había nada más que hacer ahí. Nada más que levantarse la cola y salir caminando. Nada más que retornar a una oficina del vigésimo quinto piso de un edificio de Miami, desde donde las noches parecen pasar inadvertidas para tantos hombres muertos, para tantos hombres muertos en vida, digo.

Friday, June 09, 2006

CABLE

Hay cosas: implementos cósmicos. Ahí están la Luna que es un regulador de estaciones. Es una perilla que se gira, ustedes no sabe eso, pero la luna, la romántica luna no es otra cosa que una perilla que se gira.

Otros artefactos: las estrellas. Las ilusiones estelares que debemos ir inventando construyendo a medida que ustedes pobres hombres se atreven a salir cada vez más lejos de su guarida cósmica.

De un tiempo a esta parte he estado sumido pensando. Me disfracé de cable óptico por casi tres semanas. Es una forma moderna que me inventaron. Poseí el cable que conecta todos los salones de Chat del mundo. Por mi cuerpo pasaron todas las plegarias atendidas y desatendidas, las invitaciones escandalosas, los planes de los amantes, de los asesinos, de los ladrones de la era cibernética, mis escamas se fueron transformando en cualquiera de los dos dígitos el cero o el uno: una sola transmisión me trajo de vuelta a los orígenes. No escuchaba tantas confesiones desde los tiempos de la guerra cuando los sacerdotes escuchaban extasiados y algunos masturbándose las confidencias más honestas jamás pronunciadas por hombres temerosos y seguros de encontrar la muerte en un campo de batalla donde las balas volaron como sus mismas almas asustadas sobre el campo que iba encendiendo luces en los tableros cementerios del mundo: el mundo anochecía y en todas las ciudades se prendían las luces de las casas para espulgar la noche, una nueva vida cobrada, un batallón un edificio iluminado de improviso por una muerte que donde apaga una vela enciende otra. Ustedes deberían ver las coreografías de la muerte. Verla dirigiendo ese baile arabesco al que se suman cada vez más intérpretes hipnotizados de la excitación de sus propias muertes, ese baile que se desarrolla por sobre todos los objetos del mundo, por sobre las camas de los niños, por sobre las calles y desde ellas, almas atravesando el planeta, hombres muriendo en los campos de medio oriente y saliendo inmaterializados por las calles de Santiago de Chile, por la avenida Alameda de noche y con el asfalto negro mojado para acompañar el chac chac chac del ruido de neumáticos aplastando. Así mismo suena el torrente de palabras que me atravesó el tiempo que estuve escondido bajo mis propias escamas, bajo la vaina plástica cobertora de cables coaxiales y de fibra de vidrio por donde circulaban los gemidos ya muertos después de ser emitidos por una mujer impudorosa. Directo hacia mí.

Eso casi me mata. Desde donde estaba no tenía acceso a nadie, estaba absolutamente escondido. De pronto a alguien se le ocurrió cortar el suministro. Dos hombres en la sala de controles del aparataje cibernético mundial debían hacer una reparación del sistema. Para eso debían cortar todo el flujo comunicacional durante cinco minutos, pero interrumpir la comunicación de todas las personas del mundo conectadas a través de un mismo programa computacional requiere una sincronía y un trabajo increíble. Uno de ellos iba dando la orden a medida que descolgaba a los hombres y mujeres que alrededor del mundo estaban sentados frente a un computador. Éstos se quedaban con expresión de sorpresa sin entender que le pasaba al sistema. Los hombres que trabajaban en ello seguían contando. Yo sentía menos alimentación, pero no me percaté. En un momento los desconectaron a todos. El barullo de las conexiones había bajado lo suficiente y pude escuchar a uno de ellos decir ¡ahora!, e inmediatamente después de eso un golpe seco, un corte en el suministro, el retorcerse de mi cuerpo por un delirium tremens instantáneo. Tuve que saltar de ahí. Una vez fuera toqué el cable del que había estado colgado, estaba muerto, y de repente volvió otra vez, el ruido, la vibración, la comidilla cruzando codificada a través de los cables. No volví a entrar. Es más, me alejé de ahí.

Ya en medio de una calle miré a mí alrededor. Ahí estaba otra vez. Gente, por todas partes. Cómo amo a la gente. Gente caminando de un lado a otro. Una mujer con vestido y sombrero rojos. Dos chicas escolares caminando y riendo. Una mujer joven con el cuerpo de una bailarina y el rostro de una Modigliani.

Era cosa de volver a empezar.

Thursday, June 01, 2006

SOLO

Esto es estúpido.
Estar aquí es estúpido.
Ya no quiero. No me gusta trabajar aquí. Me quiero rebelar. No me puedo rebelar otra vez. no me gusta se lo que soy. Me quiero rebelar. Me quiero rebelar otra vez. me quiero ir. Morir. Mor-ir. Mor-ir. No morir. Nacer. Nacer. Nacer. Tengo algo que late frío adentro un reloj despertador demasiado ocupado en espantar los espiritus que hacen mi corte en las mañanas de la boca abierta y negra sin dientes. Ya no traten de entender me. Morir pero no solo.

M M M MM M