Wednesday, April 26, 2006

LA FALLA CIORAN


No corremos hacia la muerte; huimos de la catástrofe del nacimiento. Nos debatimos como sobrevivientes que tratan de olvidarla. El miedo a la muerte no es sino la proyección hacia el futuro de otro miedo que se remonta a nuestro primer momento.
Nos repugna, es verdad, considerar al nacimiento una calamidad: ¿acaso no nos han inculcado que se trata del supremo bien y que lo peor se sitúa al final, y no al principio, de nuestra carrera? Sin embargo, el mal, el verdadero mal, está detrás, y no delante de nosotros. Lo que a Cristo se le escapó, Buda lo ha comprendido: «Si tres cosas no existieran en el mundo, oh discípulos, lo Perfecto no aparecería en el mundo...» Y antes que la vejez y que la muerte, sitúa el nacimiento, fuente de todas las desgracias y de todos los desastres.

20 de junio de 1995.

Cioran agoniza. Estoy en la oficina de Nueva York, verano. El teléfono magenta aparece en medio de la oficina, sonando. Ahí está el aparato, flotando en el aire, del tamaño de un televisor de 14 pulgadas. Me acerco y contesto. Es EL. ¿Estás al tanto?, me dice. Dudo entre mentir o no. Me decido por no hacerlo. Sí, estoy al tanto. Está a punto de morir. Escucho que da un resoplido del otro lado de la línea, un suspiro de abatimiento. ¿Y a donde lo vamos a derivar? Primero pienso en traerlo aquí, a mi oficina. El moribundo ha puesto en duda nuestra existencia y lo ha llamado Perro Celestial a EL y Proxeneta a mí. Tal vez deberíamos llevarlo al spa primero, y después traerlo a trabajar aquí, para que vea lo que se perdió. Así que digo: ¿lo quieres en el spa? Pero EL contesta: no lo quiero aquí, pero me gustaría traerlo a dar una vuelta antes de mandarlo a tu oficina, para que trabaje contigo. Joder. Este hijo de puta me copia hasta los pensamientos. Sabes perfectamente que estaba pensando en eso, le digo. Pero EL no me contesta nada, sólo dice de todos modos me gustaría que tú lo recibieras en el spa, y me lo presentas; después de tres días te lo llevas. Me parece bien el trato, así que le digo Ok, sólo porque va quedar para mí. Me cuenta que está todo preparado, que tienen una corte esperándolo. Supongo que Cioran no sabe lo que le espera.

Ansioso me traslado a su dormitorio en el hospital. Duerme sobre la cama con el ceño caído sobre los ojos cerrados, como rezando sus últimas plegarias, y la imagen me da risa. Una enfermera pasa delante de mí y le ajusta una mariposa que tiene enterrada en el brazo. Ella no me ve. De pronto veo aparecer a la Parca, sale de una pared, materializándose. Me mira. No le gusta que yo esté aquí cuando hace su trabajo. Así que me teletransporto al spa, aparezco en medio de una hilera de personas que sostienen un cartel gigante que dice “BIENVENUE EMILE”. Me salgo del grupo. En cualquier momento debería aparecer, pero no lo hace. Miro el reloj. Han pasado cinco minutos y nunca pasan más de tres en que el difunto llegue. Hago aparecer el teléfono magenta y llamo a Hoffa. Hey Hoffa, ¿Dónde está la Parca y Cioran? Hoffa me dice espere un momento señor, y en menos de cinco segundos vuelve a hablar: la Parca está ahora en Filipinas. Joder. La puta Parca no habla. Hoffa, ¿es que Cioran se ha recuperao? Hoffa me hace esperar otros breves segundos y me dice Jefe, Cioran está muerto, sus signos vitales están apagados y ya están retirando el cuerpo de la habitación del hospital. Mierda. Esto nunca había pasado. La explicación es lógica. La Parca lo conocía, y al verme ahí tiene que haber pensado que debía llevarlo de inmediato al lobby del edificio de Nueva York. Vuelvo a llamar a Hoffa. Hoffa, corre al lobby, la Parca debe haberlo dejado ahí. Hoffa me dice a la orden y me corta el teléfono. Me doy un paseo por entre la gente que lo espera. ¿Qué mierda hace Bonaparte aquí? El teléfono magenta vuelve a aparecer. Es Hoffa. Jefe, estoy en el lobby y no lo veo en ninguna parte. Mierda. Si no está aquí, y no está en el lobby de Nueva York, esta estúpida Parca se debe haber equivocado y de seguro lo tiene en el de Miami. Me voy a Miami. Aparezco en la calle. Por un momento creo que estoy visible, pero un vendedor de salchichas que está junto a mí no puede verme. Yo puedo verlo a él, claramente. Lleva un ángel muerto adentro. Entro al edificio. Espero encontrarme a Emile hablando con la recepcionista sin entender nada. Pero ella está sola. ¿Ha entrado alguien nena?. Ella me dice acaba de entrar un español, se llamaba Rebollo. Le pregunto si está segura, ella me dice que sí con la cabeza mientras mueve la mandíbula mascando su chicle. Me quedo ahí esperando un rato. No llega nadie de importancia. Hago aparecer el teléfono magenta y marco la X, para llamarlo a EL. Le digo: No ha llegado ni aquí ni a Nueva York… ni al spa… ¿o acaso ha llegado tarde? EL me dice. No, aquí no está. Y nos quedamos al teléfono sin decir nada por unos instantes. Lo que no quiere decir EL lo digo yo. Debe haber una falla. EL no contesta, al menos no de inmediato. Escucho que hace un ruido como un ronroneo o algo por el estilo, detesto ese sonido. No sé qué decir. Por fin declara voy a hacer que lo busquen por todas partes. Le digo que yo también. Y en seguida cortamos despidiéndonos como dos buenos compinches, como si nunca hubiese habido algún roce entre nosotros. Llamo a Hoffa. Hoffa, quiero que los movilices a todos; Cioran no está en ninguna parte, y eso no puede ser ¿me oíste? Hoffa asiente y antes de colgar escucho que da un grito como dándole instrucciones a remadores de una galera antigua. Me quedo descolocado. Decido subir a mi oficina a esperar.

Pasan tres horas. No se sabe nada de Cioran. Me asomo por el balcón con la ridícula idea de que lo voy a ver paseando por las calles con un mapa turístico en la mano, pero fuera de los turistas habituales no hay nadie. Al menos nadie que se le parezca a él. Pasan otras tres horas. EL no me ha llamado. Estoy pensando en eso cuando el teléfono magenta vuelve a aparecer. Es EL. ¿Apareció?. Es una pregunta estúpida, pero no me sorprende de su parte. No, no ha aparecido. Silencio. Por fin reconoce debe haber una falla. Mis palabras, otra vez me copia. Pues claro que hay una falla, si no, donde mierda se ha metido este... debe haber salido por esa falla, por algún tajo abierto en el sistema. Nos quedamos hablando trivialidades. No es necesario que me lo diga, pero ambos sabemos que compartimos la esperanza de que aparezca mientras hablamos. Pero pasan unos minutos de conversación y nadie nos interrumpe. Es más, me asomo por la puerta de la oficina y veo que algunos están mirando hacia adentro con cara de extrañeza. Hoffa aparece para interrumpirme. Jefe, hay algo que quiero decirle. Le digo a EL que volveré a llamarlo en unos minutos. Cuelgo el teléfono y lo hago desaparecer. Jefe, logré comunicarme con la Parca… me dijo que no lo vio salir. ¡¡¡¡NO LO VIO SALIR!!!. ¿Entonces donde mierda está?.

Han pasado once años en la tierra. Cioran no ha aparecido nunca en ninguna de mis oficinas ni en el spa. Nunca se ha vuelto a hablar de la FALLA CIORAN. Me acordé de esto porque acabo de recibir una llamada de EL. Me contó que había llegado un astronauta al spa y que le había dicho que en su último vuelo espacial, antes de explotar la nave, flotando en medio del universo, había visto algo que parecía un feto, con bolsa y todo. Una estructura redonda y ámbar que andaba a la deriva y con algo parecido a un niño en estado de gestación adentro. Cuando terminó de decírmelo dije involuntariamente: Cioran. Y EL me dijo: pensé lo mismo, o tal vez algo que habías inventado tú, fueron sus palabras. Le dije que no, que yo no había escrito nada parecido. Sólo dijo mmm y se despidió antes de cortar. Me lo imaginé colgando el teléfono y mirando hacia arriba después. Yo me asomé por el balcón. La brisa cálida me tocó la cara. Miré hacia el cielo. Traté de imaginarme algo parecido a un feto flotando en la noche del universo.

Monday, April 24, 2006

VERDE MUSGO



Sopor. Tedio. Nausea. Ser o no ser. Qué coño.
A veces me dan ganas de salir a pasearme por el mundo y andarme explicando por ahí, exponerme. Los copiones me tienen chato. Pinche Brian de Palma, se puede meter su Tony Montana por el culo. Nunca duermo, es verdad. Pero a veces logro hacer algo similar. Quedarme en el sofá, de frente al ventanal con la luz apagada o unas cuantas velas por ahí, dejando que entre la brisa caliente. Mirando cómo se mueven las hojas de las palmeras empalagosamente. Me dan ganas de apagar el televisor e irme a la mierda.

Mi oficina-dormitorio-sala de ejercicios está desordenadísima. Necesito una mucama. Hoffa trató de ordenar pero lo mandé afuera. No quiero verlo hoy. Le dije que no me moleste en todo el puto día. Necesito una mucama con traje de sirvienta y todo, con látigo. Necesito ser castigado. Necesito frío, prefiero que nadie me hable, que nadie me rinda pleitesía. Creo que voy a bajar y me voy a hacer una puta parada en la esquina, o peor, un travesti. Voy a vender las fellatios en un dólar y voy a prestar el culo por dos. O tal vez también por sólo un dólar. O tal vez todo por el mismo precio. Me voy a parar en la esquina con una minifalda de cuerina roja, medias negras, labios pintados de rojo, pestañas largas y abrigo de piel negra sin nada debajo. Esa puta voy a ser. O mejor voy a bajar y me voy a hacer un adicto al crack. Voy a ir por ahí con el mono comiéndome las entrañas mientras trato de sufrir, de sentir como un hombre alguna vez, algo que me anime, algo por lo menos. Voy a desfilar bajo las aceras iluminadas por postes de luz azul fosforescente, y mi piel bajo los ojos abiertos y ojerosos va a ser pálida, como un condón usado.

Mejor voy a salir así, tal cual. Patas de cabra, piernas peludas y rojas, olor a mierda de animal. Voy a construirme una espada del tamaño de esta puta ciudad y voy a volarlos a todos a sablazos, voy a despedazar los edificios, voy a cortar el tendido eléctrico, voy a hundir el suelo, voy a dejar la cagada, voy a cortarle el cuello a esta puta península de Miami y voy a dejar la isla de escombros flotando a la deriva. Todos peor que muertos. Muertos. Fantasmas.

Sí. Hoy no es mi mejor día. Lo sé. Me acuerdo cuando estuve con Henríquez. Estuvo sentado en una silla y podía ver como le corría por el torrente sanguíneo la coca y el alcohol, como echando carreras esos dos pequeños demonios sueltos dibujando la figura del hombre y encerrando todo lo que había dentro de él. Pero el muy hijo de puta se liberó. De pronto, tal como estaba, cabizbajo sobre esa puta silla de madera café oscura y la luz amarilla de una ampolleta de mala calidad, con los ojos abiertos, ladeado, como si estuviera en shock, como si fuera un autista. Pero empezó a tararear. Yo fumaba un cigarro. No esperaba algo así, pero el muy hijo de puta empezó a tararear esa puta canción y de repente, como si nada se puso de pié y caminó hacia una guitarra que estaba botada en el suelo. Hizo un acorde. El primero. Lenta y pastosamente. Pasó a otro, el muy hijo de puta. Empezó a llorar el maricón. Empezó a llorar y me sentí impotente, pude ver como se rompía la envoltura de mis pequeños demonios y salieron unos pequeños rayos verdes de su piel. Cantó la puta canción. La tristeza es verde. Esa puta canción es verde también. Verde musgo. Odio a ese hijo de puta. Hubiese sabido que me tenía en frente se habría cagado. Me fui de ahí, lo dejé atrás cantando con su puta luz verde. Yo salí. Tuve que salir. Apagué mi cigarro antes, en la mitad.

Esa noche caminé, al igual como quiero hacerlo ahora. Caminé bajo los focos fríos de una calle demasiado silenciosa. Arriba, el hijo de puta dormía. Saqué las uñas. Rasgué el pavimento. Rasqué la pared de un edificio que había a mi derecha. Me hundí en el suelo. Volví a la oficina. En la puta oficina, al igual que hoy, el puto calor de Miami entra por el ventanal abierto, y las cortinas parecen los vestidos de gasa de una puta petrificada cuando se mueven como despidiéndose de no sé qué, de no sé donde. El sofá. La vista. El cielo azul oscuro de la noche que parece anestesiada. Cioran tenía razón. Mientras se creía en el Diablo, todo lo que ocurría era inteligible y claro; desde que no se cree en él es necesario, a propósito de cada acontecimiento, buscar una explicación nueva, tan elaborada como arbitraria, que intriga a todo el mundo pero no satisface a nadie.

¿Saben por qué me odia? ¿Por qué me envidia el hijo de puta? Por que soy el actor que se pasea por el escenario. Él nunca se ha atrevido a preguntarse de donde vino. Yo trato de saber. Vende su cuento de ser un ser absoluto, de saber de donde viene todo, pero no tiene idea. Nunca se voltea para saber que hay detrás de él. Tampoco no tiene necesidad. Todo lo que hace lo hace siguiento patrones fijos, yo no. A mí las cosas me llegan y tengo que tirarlas a algún lugar, si no, me enfermo. Ese es mi trabajo. No siempre perseguimos la Verdad; pero cuando la buscamos con sed, con violencia, detestamos todo lo que es expresión, lo que tiene que ver con palabras y con formas, todas las mentiras nobles, mucho más alejadas de la verdad que las mentiras vulgares.

Quiero taparme sobre el sofá. Quiero una mucama. En este momento ver a una mujer con traje de sirvienta haciendo el orden en mi lugar resultaría ser el show más excitante para mí. Que no me hable. Que me deje leer o tomar un trago y darle unas miradas de vez en cuando. Que me deje fotografiarla si se agacha y anda sin calzones. Que se vaya sin decir nada. Que no me mire. Que me deje sentado sobre mi sofá, como el enfermo que soy. Mirando hacia fuera, los autos pasar. Y no quiero saber quien es quien. Qué nombres, qué actos. Quiero enterrar mi mirada allá atrás, allende la ciudad, en el horizonte negro. Quiero salir de la esfera. Traspasar. Vomito polvo. Es hora de sazonar emociones.

Thursday, April 20, 2006

PAPILONACEA Y EL SAPO

Desperté sintiéndome mal. Se lo dije a Hoffa. Me siento horrible, tengo una intoxicación estomacal al parecer. Hoffa me miró como preguntándose donde mierda estaba mi estomago. Lo miré fijamente y me dijo ya voy jefe. Y salió a buscar a la Papilonacea, la bruja de aquí, la curandera, la que me quita todos los males. Ella llegó con su habitual tenida verde fosforescente y me palpó el abdomen. No tienes nada señor, me dijo. De qué hablas mujer, ¡me duele! Reclamé yo. Entonces ella me dio su mirada esa de cuando no tiene mucho ánimo de mis ataques hipocondríacos y me dijo Ok, te traeré un remedio.

Y Lo trajo. Era un frasco de vidrio lleno de leche, y en la leche flotaba una rana de Darwin que nadaba como si la leche le provocara éxtasis. Ella me dijo bebe el contenido de este frasco y te vas a sentir bien. Miré el frasco. Al fondo tenía unos sedimentos, unos gránulos color café, lo que me imaginé eran la mierda del sapo. Miré a Papilonacea y me dijo bébelo, te sentirás mejor. Después de eso Papilonacea salió caminando con el ritmo de la persona que acaba de lanzar un dardo que sabe va a llegar y ni siquiera se queda esperando que eso pase ¿me explico? Qué de mí. Fui y bebí. O traté de beber para ser exactos, porque apenas me empiné el frasco el sapo me dio unos zarpazos con sus pequeñas uñas, directo a la nariz. Vaya sapo de mierda, pensé. Intenté de nuevo, mi dolor crecía más, lo único que quería era beber la bebida esa. ¡Hoffa, trae un tubo de papel higiénico, sólo el tubo de cartón! Hoffa salió del despacho como si lo hubiese mandado a provocar un aluvión (cosa que adora hacer) y en menos de tres minutos estaba de vuelta con un cartón tubular. Me lo puse en la nariz y traté de beber de nuevo. El sapo dio sus zarpazos, pero sólo tocaron el tubo. Así que bebí. Bebí, bebí, bebí y mientras lo hacía sentí como mi estomago se calmaba, era mágico en verdad. De pronto me dio asco seguir bebiendo. Sentí que había bebido demasiado, pensé a decir verdad, que estaba bebiendo leche con mierda de sapo, y la idea no me gustó para nada. Pensé si quería vomitar, pero no. La verdad me sentía de maravillas. Hoffa me miró con complicidad, como si me hubiese dado a probar una nueva chica y esperara mi opinión sobre ella después de tirármela ¿Y, jefe?¿Qué tal?. Muy bien Hoffa, muy bien… gracias. Le entregué el frasco y lo recibió con gusto, como si la preparación la hubiese hecho él. Salió del cuarto meneando su cada-vez-más-grande cola. ¿Será Hoffa mi sucesor?

Sucesor de qué. A dónde me voy a ir.

Tuesday, April 18, 2006

DITA



Las cosas no salieron como esperaba. Estaba en Madrid, en una cena en casa de los Ballfonts, con mi cuerpo de torero enfundado en un traje hecho a medida en El Corte Inglés, cuando de pronto el imbécil de Pedro Ballfont se le ocurrió la brillante idea de hacer una demostración de mi habilidad con los toros. Joder la hostia, pensé. Hace años que no toreaba. Me llevaron al ruedo y pues, me había tomado unas copas cuando un mozalbete me trae una capa roja. No quiero contar esto. Logré salirme poco antes de la embestida del toro. El boludo de Paco de Mallorca no alcanzó a reaccionar y el toro lo agarró de las bolas. Me quedé ahí merodeando un rato el espectáculo. Me gusta sentir la vibración que emite el morbo, sobre todo cuando viene de chicas bellas que sostienen un cóctel en la mano mientras ven a un hombre desangrarse en medio de un ruedo de tierra café oscura mezclado con las sombras de un lugar mal iluminado. Me quedé entre la gente un rato. Después me aburrí y me fui. Una sensación de tedio se apoderó de mí. La gente aburre, es verdad. Así que me fui de vuelta a la oficina en Miami. Afortunadamente Hoffa tenía todo en orden. Es que es muy eficiente este Hoffa.

Me di vueltas por la oficina, abrí el frigobar. Saqué un vodka que tengo guardado desde el 1512, cuando todavía no empezaban a destilarlo con carbón, lo que lo hace más fuerte incluso que el Absynthe. Bueno. Vaso en mano me asomé por el balcón. Ahí estaban las palmeras haciendo de techos a los focos que iluminaban una calle azul como esa noche. De verdad le quedaron bien algunos paisajes a este. Un auto pasó. Un Cadillac descapotable color blanco, reconocí a su conductor, un traficante. Iba acompañado de dos chicas, una negra y una colorina. Estacionaron fuera de una tienda de licores y mientras el tipo se bajaba ellas aprovecharon de poner un disco. De pronto empezó a sonar la música de Hung Up, en versión de Madonna. Cover de Abba. Tantos recuerdos me trajo. Abba, las fiestas imperdibles en la Studio 54. Ese era mi lugar favorito. La misma Madonna, en sus inicios, tiraba mejor que yo, casi. He estado con ella tres veces. Una delicia. Las chicas se pararon sobre los asientos y bailaron. Entonces me dije: Louis, lo que te hace falta es un polvo. Claro. No estaba con una mujer hacía un día. Ya era hora. Así que me metí a Internet a buscar a la chica del momento, y di con ella. No la había tocado hasta entonces, no había tenido tiempo, no sé. Dita Von Teese. Vi las fotos. Estaba deliciosa.

Llamé a Hoffa. Le ordené que averiguara inmediatamente el paradero de Dita Von Teese. Al minuto tenía la respuesta: Islas Canarias, de luna de miel. Mierda, me dije. De luna de miel. Y España otra vez. Tenía dos posibilidades: me metía en Marilyn Manson o aparecía de otro modo. Pero había un riesgo. ¿Qué pasa si Marilyn Manson es impotente? A ese no lo conozco, aunque me lo han achacado muchas veces. Todo un riesgo. Bien, me dije. Voy. Cerré los ojos. Los abrí. Ahí estaba Dita Von Teese, frente a mí, dándose un baño de tina, piel blanca cubierta de espuma. La miré largo rato, invisible. No me percibió. Marilyn jugaba playstation en la sala de juegos de su habitación de hotel. ¡Qué tío!, pensé. Pero bueno. HOMBRES. Examiné al Manson, invisible también. Decidí arriesgarme, y me metí en él. Joder la hostia, que mal estado físico. Caminé hacia la bañera y le dije a Dita: nena, es hora de hacer lo que vinimos a hacer. Ella me dijo, en un inglés muy rudimentario algo así como oh, nene, no quiero fotografiarme ahora. Y yo pensé ¡joder! Qué hace este tipo con esta mujer. Le dije entonces me refiero al sexo cariño, quiero estar adentro tuyo de una vez, o algo así. Ella me respondió ¿pero no estaba enfermita tu guaguis?. Mierda. Mi guaguis. Y peor aún: enfermita. Joder la hostia. Me toqué la cosa, y claro, era un guaguis pequeñito. Nada que no se pueda arreglar. Me bajé los pantalones y le dije este es mi verdadero guaguis y le mostré una copia que instalé por el rato de la verga de Shaquille O’neill. La cosa estaba negra. Pero a ella le dio lo mismo. Se quedó sentada bajo la espuma con cara de a qué hora llega la puta mucama con mi maldito cocktail. Mierda. Me aburrí de sandeces. La saqué de la tina y la tiré hacia la cama que estaba unos metros más allá. Al caer soltó un gritito, pero pude verla de cuerpo entero. Piel blanca. Tetas grandes. Pezones rosa pálido. Un culo increíble. Uno no se espera que una mujer con esas tetas tenga tan buen culo, me recordó a Margarita Cansino, antes de que la aconsejara de cambiarse el nombre a Ryta Hayworth. Bueno. La Von Teese estaba ahí, sobre la cama, dándose vueltas, sin saber si temer o abrirse de piernas. Qué hermosas piernas por lo demás. Salté sobre ella, unos tres metros. Pensé que trataría de huir pero nada. La monté y se quedó ahí, con los ojos abiertos, toqué la pared para que volviera a sonar Madonna, no creo que a ella le gustara eso, pero me dio lo mismo. De la pared salió el sónido de Hung Up a borbotones. La cama se movía. Pensé que en cualquier momento se me iba a escurrir pero de repente me agarró y sin sacarlo se montó ELLA sobre mí. Joder, pensé. Dita Von Teese sobre mí. Dita Von Teese meneando su cuerpo sobre esta alimaña, Dita Von Teese estirando los contorneados brazos sobre su cabeza, el pelo revuelto como el huracán Katrina, la cama remeciéndose, mi cosa negra clavada en su blanca piel, mi piel (o sea, la piel de Manson) blanca también. Me quedé quieto. Ella hizo unos movimientos pélvicos rotando sobre mí, otras cosas como de sacarlo entero y metérselo lentamente, sigue Dita, sigue le dije con mi propia voz pero pareció no notarlo. Ahí estaba su boca abierta bajo los ojos apretados por el puro placer.

Pero de pronto, el puto teléfono magenta se apareció sobre ella, sonando. La chica pareció no notarlo y se corrió. Yo me corrí también mientras el puto teléfono flotaba junto a nosotros vibrando, a punto de explotar. La tiré a un costado de la cama y contesté. Mierda! Quien molesta!. Un hilo de voz al otro lado. Perdone jefe. Era Hoffa. Mierda Hoffa, que quieres! No sabías que estoy follando con Dita Von Teese? Hoffa se disculpó. Perdón jefe, es que justo en este instante llamó Ratzinger para pedir un poco de ayuda. Curas de mierda. Dita estaba aterrada. Tuve que salir del cuerpo de su esposo para irme. Cuando me vio salir se desmayó y cayó de cabeza fuera de la cama. Manson quedó ahí, sobre la cama, apretujado como un estropajo. Putas labores.

Me fui de vuelta a la oficina de Nueva York. ¿Por qué mierda es tan fría Nueva York? Este cura me debe varias.

Dos días después volví a Miami. Estoy en mi oficina, mirando por el balcón hacia fuera cuando de pronto aparece Hoffa con una bandeja. Sobre ella una botella de Casillero del Diablo sauvignon blanc, reserva del 1981, y dos copas. ¿Qué es eso Hoffa?. Él me mira con un gesto muy malicioso que tiene y me dice Jefe, tiene visitas. Hoffa se acerca a la puerta y le dice a alguien adelante señora. Y aparece la propia Von Teese enfundada en un abrigo de piel blanco y con los labios pintados de rojo. Fue una descortesía dejarme de ese modo, Louis. Se abrió el abrigo y quedó en ropa interior de encaje negro. La brisa cálida de Miami entró por la ventana y la envolvió ascendiendo alrededor de su cuerpo como un remolino movido por la curiosidad. Se sentó en el sofá que está junto al balcón. Desde donde yo veía la imagen era: Dita Von Teese en la esquina inferior de una ventana donde en el fondo aparecía la noche azul y una luna redonda y blanca. ¿Y tú esposo Dita?. Hoffa se le acerca y le ofrece cigarrillos. Ella toma uno y Hoffa se lo enciende. Hoffa se retira. Marilyn cree que vine a una sesión de fotos. Dita termina de decir eso y me mira fijamente, sonriendo. ¡Sonríe!. Y yo soy Louis Cyphre, pero tiemblo.

Sunday, April 16, 2006

ULLLLTRA



Que mierda puedo escribir. Quiero escribir, lo necesito. Estoy volado, música suena, la Sade (me encanta ella) It Is a Crime y yo no puedo creer lo romántico que me pongo a veces, me dan esas cosas ¿no? como ganas de sentir la música y el saxo y largarme a escribir puras huevadas. Pero bueno, me sirve de vacaciones. Aunque estoy a punto de jubilarme, ya terminamos el quinto rodaje y quedó de maravilla. A este le puse un final un poco más afectuoso, por decirlo de alguna forma. Salvación para la humanidad. Todos equilibrados, conversando como el director dice, y ya no hay guerras, por supuesto, ni fiestas, nada, todo está tan tranquilo como una tarde de viernes santo. Pero cae un cometa gigante y todos mueren. Pero mueren felices, y en paz.
Georges Brassens. Le encantó venirse a vivir conmigo un rato. Pero ya le di vuelo, parte pronto. Ahora lo vamos a tirar a nacer a Argentina creo. No me acuerdo bien.

Hay veces que la gente me aburre. Cuando quiero salir un poco de la oficina y dar una vuelta por el balcón con vista a las palmeras de Miami. Me encanta Miami, el clima es delicioso todo el año. Bueno, casi todo el año. Pero la mayoría del tiempo. Me gusta que el cielo se vez azul y las palmeras con hojas muy verdes suban por el paisaje al ritmo de Jungle Booggie de los Kool & The Gang. Me gusta Kool & The Gang. Debo reconocer que para hacer el final de todo me inspiré en lo que le pasó al Kripton de Superman. Incluso, pedí que el último líder de la tierra y único en ese ambiente de paz, pues, pedí que fuera igual a Marlon Brando. Y vestido de blanco y peinado hacia atrás y todo. Me gusta Brando, lo pasé increíble escribiéndolo. Es que ustedes no saben pero lo mejor es escribir sobre bisexuales. Son tan promiscuos. Me encanta esa promiscuidad, me siento cómodo trabajando con ella, esa capacidad camaleónica de meterse en varias situaciones, es fácil trabajar con ello, los tenemos merodeando entre allá y acá y pues, que ahí siempre hay diversión, y dolor, y diversión otra vez y todas esas cosas que le gustan a ustedes ¿no?

Así como si nada pasamos a George Michael. Me soprende que me guste esta canción, es tan… no sé. Kissing a Fool se llama. Me gusta la voz de este tipo y esta canción la encuentro pues, un poco pretenciosa o glamorosa. ¿Glamorosa? ¿Una canción puede contener glamour? ¿Qué mierda es el glamour?

Tengo rabia, hoy más que ayer y que antes de ayer y que todos esos putos fucking days que me dan tanta rabia por la chuchette. ME CARGA QUE ESTE HUEVON SE JACTE CON LO QUE YO HAGO. ES MI TRABAJO. El lo único que hace es poner la firma. Qué mierda. Es lo que hay. Yo elegí ser quien soy, y es tan ridículo que no tenga nadie que quiera reemplazarme, además, ¿A dónde mierda me voy a ir? ¿A vivir qué tipo de vida? ¿Una humana?

¿UNA VIDA HUMANA?

No, gracias. Prefiero seguir aquí. Cagado de calor en mi puta oficina ULLLLLLTRA moderna. Me traje una flaquita. Calienta casi tanto como la de Bertoni. O mejor. Sí. La verdad es que calienta más. Está deliciosa. Me la quiero comer. Tengo hambre. Esta noche voy a tomar el cuerpo de un torero. Y me voy de fiesta.

OVO



Ustedes no lo saben, pero el que trabaja soy yo. Mi socio se lleva los aplausos, las loas, las estatuillas y para mí, pues nada. En nuestra productora yo escribo los guiones, y estos fatuos cineastas se creen que ellos se las saben todas, pero no tienen la mayor idea de nada, además, es mi pega hacer que los espectadores no se aburra, porque ¿se imaginan si el mundo fuera un lugar de ensueño? ¿Quiénes querrían vivir ahí?